*Foto intervenida
Hiende el viento las grietas de la ciudad,
con el ruido de sus alas membranosas
golpeando las paredes
y su pecho se agita en largo suspiro,
en esa hora de tarde,
en que todo entra en un limbo de silencio.
Siente ella, que la felicidad
es una palabra sobrante en los diccionarios.
Se fatiga su alma y su corazón,
quisiera gritar,
pero las palabras desconocen su garganta su boca.
Se siente en esa hora
como un pájaro enjaulado en una jaula sin rejas,
pero al fin enjaulado,
quiere sentir una mano que acaricie sus cabellos,
y seque con sus dedos dulces las lágrimas,
¿lágrimas de qué? si tampoco llorar puede.
¡Ay¡, esa hora de la tarde donde todo es angustia
y no lo es;
donde el dolor no es dolor porque no tiene origen
donde el beso no besa porque las caras no tienen boca
¡Ay! esa hora donde todo pesa y nada pesa.
donde todo muere y nada muere.
Más tarde volverán las horas a su ritmo,
las cosas a encajar en
sus momentos justos,
y él vendrá con su sonrisa de sol,
mientras la tarde cae en liviana penumbra,
y sienta, ese beso de él que, muerde sus labios
sin herir,
y le pida una taza del café
que ella se esmera
por hacer,
mientras le canta con Mercedes Sosa en el celu,
el poema de Benedetti, de las viejas camaraderías:
si te quiero es porque sos
mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo
somos mucho más que dos