
La luna sueña ojos de estrellas,
el silencio la quietud de las hojas,
la brisa quedarse en la ventana
de la mujer desnuda que acaricia
el unicornio azul que se le perdió a Silvio,
mientras duerme.
Un extraño vaho recorre la noche,
los acordes de las guitarras enamoradas,
sólo se escuchan adentro de sus diapasones,
caracoles encerrando arpegios,
Las mujeres que amaban
con tan tan de tambores en la piel,
flotan ingrávidas,
en un vasto espacio,
cerrado a la noción del tiempo,
sin memoria
y sólo olvido.
Esta noche,
la vida ha perdido el norte,
y los hombres que la sembraban,
por todos los costados
de una mujer llamada tierra
arrojan sobre su piel lastimada
rehiletes de muerte.