
Escribo en los muros encalados
versos de dolor,
y el tiempo y la lluvia
oxidan en lágrimas de olvido.
Escribo
poemas de amor en páginas sueltas,
y el viento las levanta,
hojas ingrávidas,
beso tierno
a la hora de los enamorados.
Escribo en la corteza de las ceibas centenarias
la angustia de los muertos,
que no soportan en sus fosas
la desmemoria de los vivos.
Escribo poemas lacerantes
en los colgajos de mi cuerpo
y en el ardor de la piel me recuerdan:
hago versos, luego existo
.