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sábado, 14 de mayo de 2011

El piafar de los caballos





EL PIAFAR DE LOS CABALLOS










Angustia de las horas,

la luna ojo enrojecido de la noche,

el rio es una sierpe entre los cardonales.

Se escucha el silencio

como una herida en las sombras.

No hay brisa,

las hojas de los àrboles,

son sueño vegetal en la quietud.

Se siente el miedo,

viaja en las ondas sordas de esta noche,

en la mordaza del beso que acalla

la angustia de las bocas;

en la piel que esconde en cada poro

el goce de la caricia,

el tan tan de la piel hecha deseo.

Presesiente en su canto la lechuza

la desgracia.

La luna se ha ocultado tras nubes de pizarra.

Se agita el hijar de los caballos,

cuando los jinetes con sus espuelas los hieren,

y a galope tendido se abren paso en la llanura.

La mujer,

da un beso de despedida a su hombre

y presiente que es el ùltimo

en el piafar fùnebre

de los encabritados caballos























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