sábado, 7 de enero de 2012
Yesca
Quizás el sol no tenga la misma fuerza,
en esa hora en que los pájaros alborotan la tarde
o acaso la luna empalidezca
cuando el gato sobre el tejado
salte trazando una elíptica en las cornisas de la iglesia.
El gozne de cada puerta abierta
lanzará un quejido moribundo,
y en mi pecho crecerá una flor de dolor,
como la hierba que crece en las grietas de la piedra,
muda en sus lamentos.
En las cuencas de los ojos,
se secarán las lágrimas,
y habrá un otoño en que los árboles
mudarán las hojas de amor,
por hojas de odio
y los pechos de las mujeres,
se negarán a lactar hijos para la guerra
No habrá razón para el canto de la cigarra
y cada arpegio de la guitarra,
será un disparo al corazón,
callando la razón del beso,
y la caricia que abre surcos de deseos
en la piel,
y ardida ansiedad de amor y sexo.
De pronto tenga razón el olvido,
y no importe si se va al norte o al sur,
si el cielo es azul, amarillo o magenta.
Las cosas se desdibujarán,
y no habrá ya quién las nombre,
pero a pesar de todo,
su nombre adentro
tatuado como una huella de yesca.
Etiquetas:
flor durazno,
gato,
gozne,
poema
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