*Foto intervenida
Salió al aire de la madrugada. Olía a albañal.
Nunca de tanto tiempo de vivir en el barrio, había sentido tan fuerte el olor
como esta mañana. Palpó el changón debajo de la gabardina, y se
encomendó a la virgen de El Carmen. Le daba confianza hacer este ritual, pero
esa mañana, extrañamente, no sentía el miedo pavoroso que le hacía sudar las
manos y la frente, cuando madrugaba a hacer eso que él llamaba "mis
trabajitos".
Le había dejado en la mesa del comedor, una plata y
una nota a su mujer: "cómprese la nevera industrial y el televisor de
cuarenta pulgadas que tanto ha querido y no joda más. El televisor y la nevera
viejos, regáleselos a su mamá".
Buscó la calle que daba a la avenida, donde dejaba
la moto en un taller de mecánica, pero que todo mundo sabía que era un
desguazadero de motos y carros, y sintió un cosquilleo en la frente, cuando fue
a abrir la puerta. Palpó de nuevo el changón, pero no supo si por
presentimiento, porque un fogonazo le voló la cabeza, con el escándalo de los
gallos de la gallera vecina, que ese día pondrían a pelear en las fiestas de la
patrona del barrio.