
He sentido
que la luna ya no era
mi hermana.
Que el sol se había
hecho noche,
que las palomas
volaban en un cielo
sin estrellas,
que las bocas
de los revólveres
vomitaban sus
balas de muerte,
y los niños,
jóvenes,
y viejos
rodaban de nuevo
a las fosas ya olvidadas.
!Qué terrible¡
la noche
sin candil,
y el viento frío
azotando las puertas
y ventanas de esta casa
poblada de ausencias
y en su ulular
un canto de hiena,
aria yerta,
que muerde adentro
como áspid inclemente.
Esta noche no hay
un
beso,
una
caricia dulce
que abrevie mi dolor,
espina en un costado,
que enerva con
ponzoña ,
el resto de este cuerpo,
hecho de nervaduras
simples y sensibles.
A la noche me asomo,
por una ventana de niebla
y no sé quién soy:
He perdido mi brújula
y astrolabio,
erro
por regiones sin contornos,
ilímites,
como esta angustia que pone
en mi alma,
huevos de ansiedad.