Imagen intervenida
Desde aquí donde
no la tengo,
busco en los
nardos el olor
de su cuerpo de
madrugada.
Aún la brisa del
alba
no olvida la
fragancia a limonero de su pelo.
En la antípoda en
que está,
quizás ya haya mirado esta luna,
tan llena de luz
como sus ojos,
en el asombro de la vez primera
de su gruta rebosada
de humedades.
Sé que volverá cuando ya me extrañe.
Dejaré la puerta abierta,
para que entre
como una brisa grata
a entibiar las sábanas
en la piel de la
noche.