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sábado, 27 de noviembre de 2010

Boca que muerde


Cómo me gusta verte en esa foto,


que devuelve la gracia del blanco y negro,


y relieva tus labios


carne para el beso que muerde,


y aprieta tu saliva


humedad de mar,


sexo salino.

martes, 23 de noviembre de 2010

Sábanas y luna


!¡Cuánto¡!

apresuran

la ansiedad

y las ganas,

en las noches

que eres luna,

en mis sábanas.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Arcoiris


A la vuelta del camino se había roto el arcoiris de tu risa, quedándome sin los pedacitos de colores, conque untabas de felicidad mis tardes tristes

sábado, 6 de noviembre de 2010

Vacío


En la oscuridad un haz de luz, cono perfecto sobre el cadáver encharcado, cuando el gato abrió la ventana en su salto al vacío de la noche.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Garavito: un buen periodista




No puedo decir que lo conocía. Mejor, que sentía su periodismo siempre con la verdad, ajustado a la crítica y denuncia de las trapacerías de quienes ejercían el poder. Un periodista íntegro. Por eso, me viene la imagen del Quijote en la suya, arremetiendo contra la injusticia desde las columnas de los periódicos donde escribió (El Tiempo, La prensa), "sin importarle que lo apartaran de los sitios que quería entrañablemente ni ir en contravía con tal de defender las justas causas en las cuales creía..."*. Ese era Fernando Garavito, el que sentí en sus columnas de El Señor de las Moscas, desde que se vinculó al periódico nacional, El ESpectador, en 1998. El domingo que aparecía su columna, era rito obligado leerlo, por su independencia, y la calidad de su escritura, que le valieron amenazas de muerte, en el gobierno de La seguridad democrática,del sombrío Álvaro Uribe, y lo forzaron al exilio en Estados Unidos, como antes se habían vistos obligados, Daniel Coronel y Felipe Zuleta, periodistas no arrodillados al régimen del hombre del carriel y la ruana.




Ejercía en el destierro, Garavito, el periodismo, y el 28 de octubre, en una de las carreteras norteamericanas, el sueño le ganó a la mano conductora de la cabrilla de su carro , y se fue a otro destino inmaterial: la muerte, cuando iba a satisfacer una beca de literatura y periodismo que se había ganado, justo premio a quien sabía por qué, cómo y para qué hacer periodismo.Garavito no ha muerto. Es que el buen periodismo no muere, y eso era Garavito, un buen periodista, como le gustaría que lo llamaran en el epígrafe de su tumba.




*RAMÍREZ LEÓN, José Luis. Adiós querido Fernando. En: El Espectador. Bogotá (domingo 31 de octubre/2010), p. 52