*Foto intervenida
Cuántas
veces abrí grietas en las nubes
para
escribir su nombre.
Eran
los tiempos del asombro.
De
la piel de ella tatuada de versos por el pico
de
pájaros de ternura.
Cuántas
veces desató tormentas mi voz,
desbordando
su eco por los caminos de la rosa
de
los vientos.
Por
aquellos tiempos bañábamos nuestros cuerpos
en
las aguas desatadas de un sexo ardido y vehemente.
Hoy
las nubes son un plomo denso que amenaza la tormenta,
y
en su piel se marchitan los versos
como
los árboles que ven secarse sus ramas en la agonía del verano.
Y
mi voz es un eco sordo que se repite adentro del alma,
mientras
el deseo muere en nuestras bocas
en
el goce marchito del sexo