Saga
Anduvo los caminos que unen y desunen las antípodas,
trepó los montes altos del mundo por las gargantas más
profundas,
se paseó por los mares del Caribe escanciando en cada
puerto,
el ron más bravo y añejo de las destilerías sin código de
barras.
Cada puño suyo en Harlem, derribaba como un castillo de
naipes
una fila de negros.
Su falcada curva en Le Havre, puso en fuga a los pavorosos
chinos que se ganaban
la vida,
cobrando a cuchilladas el tránsito por el Canal de la Mancha.
Aún las putas de Kingston guardan en las buhardillas
las sábanas
de sus noches prolongadas de amor y ron.
Él que todo lo pudo en la vida en su arrojo y temeridad
ahora llora sobre una cuerda floja,
puesta en un abismo
la traición de una mujer.