La he buscado en las grietas que aún quedan de la
ciudad
derruida;
en cada ceja de luz que los robles y encinos de la
vecindad
del bosque dejan filtrar arriba de su dosel.
Palmo a palmo la busco en las multitudes que se
agolpan en los espacios abiertos de las ciudades,
y sólo rostros apretados por la ansiedad,
me devuelven sus miradas.
Quizás,
sin darnos cuenta,
somos fantasmas
buscando una sonrisa,
cuando ya todo está muerto.
Entonces,
cómo encontrar la felicidad,
si en los ojos sólo hay cuencas
donde florecen las espinas
y los cardos.