BESO E INCIENSO
La calle del farol,
y la iglesia alzada en piedra roja;
la luna grande de los diciembres
entre suspiros apagados de los amantes.
Aún me viene a la memoria
el tañido bronco de las campanas
llamando a misa de aguinaldos;
aún tengo en los labios,
ese beso con sabor a sahumerio,
cuando buscábamos los confesionarios
y ella me ofrecía su boca púber
cántaro de húmeda saliva,
en el fragor del incensario,
inundando con su humo
las naves de la iglesia,
y el sacristán nos descubría
en ese beso largo
que nunca sentimos como pecado.
La calle del farol,
y la iglesia alzada en piedra roja;
la luna grande de los diciembres
entre suspiros apagados de los amantes.
Aún me viene a la memoria
el tañido bronco de las campanas
llamando a misa de aguinaldos;
aún tengo en los labios,
ese beso con sabor a sahumerio,
cuando buscábamos los confesionarios
y ella me ofrecía su boca púber
cántaro de húmeda saliva,
en el fragor del incensario,
inundando con su humo
las naves de la iglesia,
y el sacristán nos descubría
en ese beso largo
que nunca sentimos como pecado.