Lo vimos como fue hundiéndose en un abismo de inefable dolor. En las noches, aislándose en el rincón más oscuro y solitario del bar, bebía el aguardiente más fuerte del lugar; buscaba quemar la pena de lo que él -a quien nunca se le escuchó decir una palabra sucia- llamaba perfidia.
“No me hablen de ella...
si vivo en sus besos un mundo mejor,
las cuatro paredes que encierran mis horas
son en su ternura un nido de amor.
No me hablen de ella...
porque es un pedazo de mi corazón,
la quiero y si un día precisa mi sangre,
mi sangre y mi vida por ella la doy.
No me digan nada, no manchen su nombre,
mañana es la vida, ayer se pasó.
Si errar es humano, nos dijo el poeta,
perdonar es divino y esa es mi razón.
Ella es el puñado, mi credo y mi fe.
Por ella yo errante gorrión callejero
al besar su boca la jaula busqué.
*NO ME HABLEN DE ELLA
Letra de Jorge Moreira
Música de Jorge Moreira