MARIO, NO HAY TIEMPO PARA EL OLVIDO
El tiempo hecho hiedra, que condena a borrar los rostros, el sol que hiere y quema la piedra, dejándola sin el espíritu de la memoria, la lluvia, que vuelve sombra el sentimiento del recuerdo, nada han podido en la condena de Mario, a la nata del olvido. Es que más pudieron las querencias por la poesía y el teatro, y esa necesidad de ofrecer el corazón, porque nada está perdido (! bien Fito!), para afirmar su existencia, y en la muerte hacerlo presente, parcero de siempre, y de la vida. Aún el pan no reúne a todos en la mesa, como era su sueño, y la sangre brota de las arterias rotas, río impenitente cuajado de dolores, y es en ese, su silencio de piedra memorial, que reclama por los muertos, porque como en uno de sus versos, somos todavía:
"un país que se destruye
con la sonrisa amortajada"