*Foto de internet intervenida
Creo que Heredia cantaba, en la
pantalla grande del bar," Ay fogata de amor y luna, razón de mi
vida", y sentados en la barra, nos habíamos puestos nostálgicos,
trayendo a cuento viejos amores, cuando Alfonso, se quedó mirándome y me dijo,
que me iba a parecer ridículo, lo que me iba a contar:
-Estoy enamorado de una violonchelista
alemana
-Pero, sino te gusta la música de
cámara- le respondí, y él pareció no escucharme
-La vi tocando por pura casualidad, su
violonchelo en Film & Arts, y me enamoré perdidamente de ella. Es una
muñeca, mi Anette Eisenhauer. Si le vieras la piel. Blanca como el algodón
-Las cámaras mienten. ¡Qué sé yo¡ En
televisión se usan muchos trucos para mejorar el aspecto de las personas.
Sin embargo, Alfonso, había puesto una
barrera a mis comentarios, y tuve que esperar a que él mismo saliera de su
delirio, hasta que me preguntó, que si yo no había tenido amores imposibles. Le
dije que no.
Realmente, le mentí. Sí había vivido la
experiencia algo similar, pero no como su amor limpio por la violonchelista
teutona. Había sido un amor erógeno, por una diva del cine: Marilyn Monroe, la
que le cantó en la Casa Blanca, al presidente Kennedy, con voz sensual, “Happy
birthday to you / Happy birthday to you / Happy birthday Mr President / Happy
birthday to you / Thanks, Mr President";
aquella que en su película, Níágara, entrado ya en la pubertad,
me templó por primera vez, la bragueta de los calzoncillos, en el teatro
Mogador; la misma que me llevó a entronizarla, encima de la cabecera de mi
cama, en el poster clásico donde el aire le sube la falda, tentadoramente, y
ella trata con una lasciva ingenuidad,
de bajarla con sus manos. Sí. La misma que un día le dio la ventolera de
casarse con el dramaturgo Arthur Miller, el de La muerte de un viajante,
y me entraron unos celos podridos, que no tuve más remedio que bajar su póster,
de encima de la cabecera de la cabecera de la cama, y abandonarlo en un viejo
baúl, en el cuarto de los trebejos. Pero puede suceder, que después de tantos
años abra de nuevo el baúl para mirar el póster de la Monroe, y ya no me mate
el deseo sino la nostalgia