casi en sombras,
con la sola la luz mortecina
de las bombillas en sus puertas.
Ya no viven adentro de sus casas,
la risa desabrochada de las putas;
el chancleteo de las
máquinas de coser de los sastres
que vestían al pueblo,
ni la vocinglería de los violines,
tiples y bandolas de las estudiantinas
que le dieron nombre sinfónico al barrio.
Hasta los viejos,
perdieron la memoria
de los buenos tiempos de estas calles
Foto propia: Piedecuesta