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miércoles, 27 de junio de 2007

BORGES, SIEMPRE RECORDADO

Borges es de esos escritores, para los cuales no es posible el olvido, a pesar de que cumplan como el poeta y cuentista argentino, veintiún años de muerto. Como cervantes, Borges no parece que estuviera bajo tierra, y que por el contrario anduviera por ahí de conferencia en conferencia, colgado del brazo de María Kodama, la última mujer de sus afectos, su apoyo moral y contable. Borges es como Rulfo, una lectura obligada. Siempre se retorna a sus páginas, porque el tiempo no las agota, y las lecturas repuestas de sus textos, nos abren a nuevas interpretaciones.
Uno no vuelve a Borges, miento. Él siempre ha estado presente (a pesar de que los años se junten en su obituario). Borges, es como la siempreviva: cita obligada en algún comentario, en el trazo de un ensayo, en un cuento, en un poema o en una novela. Excelente poeta, y atinado cuentista en ese mismo nivel de un Horacio Quiroga. No apuró la novela, a pesar de su parentela con el cuento, porque especulo que la consideraba espúrea. La cuentística de Borges -perdóneseme la tautología- es paradigmática como sus ensayos y su poesía. Uno piensa que sólo en el cuento, podía Borges tejer esos personajes naturales y salvajes, de sus relatos de guapos, que bien pueden estar en El Hacedor, pero más en Historia de la infamia, donde la narración se la presenta al lector en un doble pliegue, no fácil de desentrañar, hasta dónde es ficción o historia. Es que Borges hace de la ficción historia, o la misma historia la transforma -en una peculiar alquimia literaria- en ficción.
Hombres de la esquina rosada, que si las lecturas no me fallan, procede de la relaboración del cuento, Hombres pelearon, es el culto a los guapos, seres silvestres, criados a las orillas de los ríos Paraná o Mar del plata, por eso el apelativo de orilleros, siempre enfrentando a la muerte en las pulperías, al calor del trago o de una palabra que es ofensa, y fuerza a sacar el cuchillo, para defender la honra de bravo y corajudo, como Francisco Real y Rosendo Juárez, los personajes del cuento en mención.
Ahora que hablo Borges, me vienen a la memoria, dos guapos, como los de los cuentos de Borges, en una cantina rural del Cañón del Chicamocha, en Santander, que se ataron las muñecas de la mano izquierda, mientras apretaban en la mano derecha el cuchillo conque se liarían a puñaladas, camino de una tragedia griega.