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viernes, 1 de enero de 2016

LANCES


Cuántas veces la vida lo puso
en el lance de la muerte
y no tuvo miedo.
En los más peligrosos bares del Caribe,
bebió ron con rufianes descendientes
de padres confinados en Cayena y Alcatraz,
y tiró los dados
por el amor de morenas de ébano
que empapaban de lúbrico sudor las sábanas
de viejos hoteles.
En Borneo se lió con naturales
mezclados de españoles e ingleses
a cuchillo limpio,
con una calma y paz,
que quienes veían el lance,
lo creyeron descendiente de sus viejos dioses mayores.
Él que le había dado la vuelta al mundo como un Magallanes,
en vapores viejos,
al lado de Maqrol el gaviero,
siente miedo,
cerval miedo,
por esa mujer que lo hace estremecer
como el ron severo de Caribe,
y el pavor del cuchillo corvo,
que siempre lleva a la cintura