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miércoles, 28 de febrero de 2024

DESANDE

 







Foto intervenida


Sin la memoria sería un desperdicio

el tiempo.

Se guarda el tiempo para sentir qué se es,

 que se será,

en la grandeza filosófica de la vida

no importa si equívoca o inequívocamente,

al fin se es de ambas maneras,

pero más digna y humana la primera;

para tomar una actitud deontológica

-de corrección- frente a la vida, la segunda.

Y es la  manera única de sentir su paso,

advirtiendo el paso del tiempo

en el yerro que humilla y denigra,

en el avance que planta huella fósil

en el camino de vida;

en los labios que muerden la espuma

del beso cuando se extrañan;

en la lágrima que desflora en llanto,

cuando se acaba el amor,

o nos sobrecoge la muerte.

No siempre la memoria nos favorece,

el tiempo nos juega pasadas,

no anda siempre con un libro de moral

en la mano,

hay que estar despiertos para no rodar,

y juntar oportunos las manos

a otras manos para no tropezar,

pero puede también ese otro,

el otro arribista,

el que nos deshumaniza,

y rodamos,

intencionalmente

queremos olvidar el tiempo,

no reparar,

no reponer,

no volver

a trepar los peldaños que dignifican,

menos,

medir las horas que convocan

en el bien hacer de todos,

en el amor de todos

en el amor de él,

en el amor por vos,

en el amor por ellos,

en el amor por otros.

Qué vuelvan las lágrimas

aquellas que recuerdan

los tiempos del abrazo,

el beso que en susurro mastica

sentimientos de amor,

en una balada de versos

bajo la lluvia del regreso.