*Foto intervenida
Siempre me gustaron sus ojos esmeraldinos; y no lo
pongo en duda, la querencia por ella me entró por sus ojos, aquella noche que
como invitada de mi hermana Antonia (compañeras de Derecho en la universidad),
a la fiesta de brujas, fue el centro de atención de las miradas de los hombres,
y de las mujeres - más envidia que admiración- por la belleza de sus ojos , que
se destacaban entre las cuencas de su antifaz, y su bella vestimenta de geisha.
Alguien por ahí, al verme tan enamorado de Antonia,
dijo al rompe, "Juanjo se enamoró no de Antonia, sino de sus ojos,
sáquenle los ojos a Antonia, y Juanjo recuperará la cordura". Cuando me lo
contaron, sentí un escalofrío y como una culebrilla me recorrió el cuerpo,
escalofrío de un vaticinio pensé. Algo estaba por suceder.
A los tres meses de amantes juiciosos, quise
sorprenderla con un regalo, y como tenía llaves, entré en su apartamento de
manera furtiva. Supe que se estaba bañando, por el ruido del agua al caer de la
regadera. Entonces me escondí en el guardarropas de su alcoba, y al rato, para
mi sorpresa y desaliento, vi salir del baño, a una Antonia de ojos grises, que apresuró
sus pasos hacia el tocador del fondo de la alcoba, de donde tomó del estuche, los
lentes de contacto, que le daban a sus ojos ese color esmeraldino, que habían sido
irremediablemente mi perdición