Jadeo de perros en la noche,
la luna balancea su hoz en el cielo,
y el cielo se tiñe de rojo en una aguada de
nubes y de luces.
Tiembla la tierra al paso de
los caballos,
titilan las luciérnagas
como ojos de la noche,
ellos sienten en su miedo
que sus ojos los delatan
y trepidan sus pechos
como parches de atabal.
Quizás no haya madrugada
y sus párpados se abatan
en el sueño sin regreso,
antes del canto de los gallos,
y la brisa que refresca el alba.