
Foto propia intervenida
Husmear en las grietas de la ciudad
si envejece la piel.
Ver como cae el zócalo del viejo teatro
a donde los novios buscaban los palcos
para reencontrarse en sus bocas
ansiosas,
en sus manos apretadas de deseo
cuando se apagaban las luces.
Mirar cómo la ciudad ha perdido su
rostro,
en el derrumbe de las viejas casas,
aquellas que hablaban del amor a la
madera
en las puertas
taraceadas por viejos artesanos.
La ciudad se fue quedando sin indicios
de su historia,
aquellos monumentos que hablaban de
ella,
los deshabita el recuerdo.
La ciudad de ahora no habla, híbrida de
modas,
de arquitectura moderna vacía, monólogo
de edificaciones,
calles donde nadie se entiende, cada
uno es un mundo,
y si hay lenguaje el del arma afilada,
(“bájese del"billo,
hermano")
o el "fierro” que
escupe la muerte,
("de algo hay que vivir, parce,
así sea
matando")
Tampoco
nada queda del sendero aquel
camino del salto de agua que, caía
hecha espuma,
sobre nuestros cuerpos desnudos
liberando el deseo
de las ataduras del pecado.
Hasta el pecado dejó de ser pecado