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domingo, 20 de octubre de 2024

domingo, 13 de octubre de 2024

CLAROSCURO









Miro las cabriolas del tiempo,

andando y desandando

y se instala en el pasado,

en algún mueble que aún no

condenamos al cuarto de rebrujo;

en la ventana donde se apostaba ella,

para el furtivo beso.

En la casa vieja de cuartos espaciosos,

donde alguna vez,

nos desnudamos y urgidos de deseo,

supimos por primera vez del amor venéreo.




Foto propia. Piedecuesta, La Sinfonía

martes, 17 de septiembre de 2024

CIUDAD MUDA

 











Foto intervenida



Husmear en las grietas de la ciudad
si envejece la piel.
Ver como cae el zócalo del viejo teatro
a donde los novios buscaban los palcos
para reencontrarse en sus bocas,
en sus manos,
cuando se apagaban las luces
Mirar cómo la ciudad ha perdido su rostro,
en el derrumbe de las viejas casas,
aquellas que hablaban del amor a la madera
en las puertas
taraceadas por viejos artesanos.
La ciudad se fue quedando sin indicios
de su historia,
aquellos monumentos que hablaban de ella,
habitan el recuerdo.
La ciudad de ahora no habla,
híbrida de modas,
de arquitectura vacía,
monólogo de edificaciones,
calles donde nadie se entiende,
porque cada uno es un mundo,
y si hay lenguaje el del arma afilada,
(bájese del billo*, hermano)
o del fierro* que escupe la muerte,
(de algo hay que vivir, parce, así sea
matando)
Tampoco nada queda del sendero aquel
camino del salto de agua,
que caía hecha espuma,
sobre nuestros cuerpos desnudos
liberando el deseo
de las ataduras del pecado

*Billo: dinero
*Fierro: arma de fuego


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miércoles, 4 de septiembre de 2024

El hombre del terno blanco





Lo vio venir por la misma acera, donde ella disimulaba esperar el taxi. Tenía la figura como le habían dicho del típico mujeriego avejentado, pero bien vestido de pies a cabeza. A lo Rubirosa, lentes oscuros y terno blanco de lino, para apaciguar el calor de la isla, entraba al bar donde quienes lo conocían, le habían dicho que era infaltable, porque allí espigaban las mujeres más bonitas y de mundo, se echaba la suerte en el póker, y se bebían los mejores rones del Caribe, cosas que le encantaban porque eran su espacio de vida. Eso sí, nadie supo decirle, cómo un extraño a esta tierra (no sabían de donde venía exactamente), había logrado echar raíces en la isla, cuyos naturales eran pocos afables, y dados a soslayar la amistad, con la gente de afuera.

No acababa de entrar el hombre del terno al bar, y sentarse en la barra, cuando la mujer se sentó a su lado. Era una morena alta, de pelo ensortijado, de ojos verdes que contrastaban con su piel. Él pidió un ron en vaso grande, sin reparar en la mujer. Cuando terminó de bebérselo de un solo golpe, fue que vio a la mujer y se quitó los lentes, "tiene mis ojos", pensó ella."tiene mis ojos" pensó él, y le brindó con la galantería que lo caracterizaba, un ron. Ella, no lo rechazó, y no podía dar crédito mientras se lo tomaba a sorbos, que ese hombre tan amable, fuera aquel que su madre (a la que le gustaban las parrandas) conoció en una de las casetas, bailaderos de salsa, cuando trajeron una noche a la Fania All Star, cantando Héctor Lavoe, la canción aquella de "ella va triste y vacia/ llorando una traición con amargura /por aquel que le decía/ que era su amor y su locura" , como una canción premonitoria de la que sería en adelante su desgracia: se enamoraría locamente de ese hombre al que en sus noches de borrachera y despecho, llamaba "mi gatico ojos de mar, por qué me dejaste como un barco a la deriva" y se echaba a llorar como una Magdalena inconsolable, y le contaba, "hija, aún no habías nacido, estaba embarazada de él, venías en camino, y ya se había bebido y gastado en las mujeres más bellas de Alto Prado de Barranquilla- putas al fin-, la mitad de mi fortuna. Y cuando te tuve, ni siquiera se dignó visitarme en la clínica. Prefirió jugarse los restos de las tarjetas de crédito que no alcancé a cancelarlas, en los putiaderos de la Zona Murillo, y así como llegó a mi vida, anónimo y sin patria, se largó, dejándome con esta pena de quererlo que no se acaba."

Recordaba la mujer, y era lo que más le dolía, que su madre había tratado de suicidarse con barbitúricos, que un médico amigo, le proporcionaba para paliar la pena por el abandono, en que la había dejado su gatito ojos de mar. Entonces le entró el encono de nuevo por ese hombre que tenía al frente, y que debía ser su padre. Así, que le soltó la pregunta:

- ¿Vivió con Maria Fernanda Troncoso, hace como 18 años en Barranquilla?- Al hombre del terno blanco le cambió el color de los ojos, y ella, lo vio viejo, disminuido, cuando le confirmó en un susurro, que sí era el que había vivido con María Fernanda Troncoso, en Barranquilla. Entonces, apretó la pistola que llevaba llevaba en la pretina de su bluyín. Pero el hombre era un despojo. Sembrado ahí en la silla de la barra, como si el recuerdo lo hubiera envejecido más, y puesto en un desamparo, del cual intuía que ya no le quedaba sino la muerte; y ella sintió un estremecimiento interior fuerte al ver la figura del hombre, transformada en un guiñapo. Y no tuvo más remedio que levantarse y caminar hacia la puerta, mientras él le preguntaba:

-¿ Y quién es usted?-
-Su hija. He recorrido el mundo entero, buscándolo para matarlo y ahora, no puedo...no puedo- y se levantó dejando la pistola sobre la barra, inválida como un pez a la deriva de la playa, mientras él atónito la veía alejarse entre  muermos y llanto.

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miércoles, 28 de agosto de 2024

Mientras llueve

 










Ha llovido todo el día en San Andrés,

isla del caribe colombiano.

Cuando hay sol, este se junta

con un mar de siete colores,

y en las playas brilla una fina arena amarilla, 

como si se la hubieran robado al mismo oro.

Es el paraiso.

En San Andrés no se siente tristeza alguna

bajo cualquier circunstancia del clima, 

por eso la gente se junta en sus casas

a hablar de la vida,

con el mismo sentimiento de un carnaval

mientras llueve.

jueves, 15 de agosto de 2024

 VUELO DE PÁJAROS




Han clausurado la puerta
que da al patio de la vieja casa.
Tras cristales aún se ve la fuente,
después de tantas telarañas zurcidas
por el tiempo.
Y en la nostalgia la sombra de
su pelo
hecha de silencios;
y sus labios húmedos -a pesar de los crudos
veranos- abiertos siempre al beso.
Sí. Aún está la fuente
de piedra sin labrar
de donde rescataba los pájaros náufragos,
que en los torrenciales inviernos,
caían en la pileta empapados por la lluvia.
¿A dónde hoy los pájaros?
¿A dónde la humedad de sus labios?

Foto propia intervenida



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