"Para que me
sirve el alma /si la tengo ya amargada /si su vida idolatrada,/ por traiciones
la deje...", el viejo bolero de Los Panchos suena como un eco interminable
en el minicomponente. Y un frío helado, que entra por la ventana abierta y sin
cortinas, se queda en el adusto piso, como una escarapela incómoda, pero al
hombre, sentado en la mitad del cuarto en una silla roñosa, y con un revólver
empretinado, parece no molestarle. Bebe como náufrago, a pico de
botella, un aguardiente aniquilante, lo llaman "mataburros". Cuando
el minicomponente, deja escuchar "para que sirve ser bueno,/ si se ríen
en tu cara, /que me lleve la corriente, /que me lleve la corriente, /atrás no
regresaré", el hombre como un resorte, se saca el revólver de la
pretina, y aprieta el cañón contra su sien derecha. La mancha roja en el piso,
nunca la pudieron borrar.