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martes, 7 de diciembre de 2010

Crónica:"Desde el diluvio no veía llover tanto"
















Trepada en la copa de un guayabo recio, la mujer - una morena de unos cuarenta años- veía pasar la creciente del Río Magdalena, que había inundado el caserío, incrédula de lo que observaban sus ojos: su casa aguas abajo como un barco escoriado a estribor. Cuando la rescataron sólo atinó a decir, el río se llevó mis chismes (enseres, ropa, televisor...). Sus ojos desolados eran el vivo retrato de la tragedia que viene golpeando a Colombia, con esta temporada de lluvias desde mitad de año, que angustian, porque los metereólogos la pronostican hasta el mes de junio del 2010; y es que da miedo este invierno sin freno, que achacan al fenómeno climático de la niña, pero que quienes no comen cuento, atribuyen al calentamiento global, para que las lomas se vengan abajo como castillos de naipes, las carreteras se desbanquen, los árboles se desplomen, y los ríos como un hervor de aguas, se salgan de su cauce, inundando hasta el nido de la perra, pues como dijo una señora, que casi alcanza el siglo, y como si ella hubiera sido una de sus damnificadas, desde el diluvio no veía llover tanto.

Colombia, está al cogote con esta temporada invernal, y a pesar de que no se quiera señalar responsables, los hay: políticos y gobernantes. La tragedia se veía venir, como la de Armero hace veinticinco años, cuando el volcán Arenas del Nevado del Ruiz, explotó, y el lodo represado, ahogó a los armeritas. Quién no sabía que el río que bajaba del volcán, encajonado, se taponaba en tramos advertidos, y del peligro que representaba su represamiento. Pero !qué bah¡, pudo más la imprevisión, como ahora sucede con el desbordamiento de los ríos, y la venida de montañas, carcomidas por la erosión provocada por la tala, y la minería, y que ante el empuje de las aguas lluvias, se deslíen como gelatina. Esta catástrofe estaba avisada. Cada año, el país sufre los estragos del invierno, y las gentes de los pueblos y caseríos inundados, padecen las inundaciones con el castigo de Sísifo: no se toman medidas para evitar del desborde de los ríos, repetitiéndose como una noria la histora, cuyos perjudicados por lo regular son personas pobres, que escasamente viven de la pesca, la agricultura de mínimo cultivo, o en el caso de las ciudades, donde las aguas provocan catástrofes, desplazados de las tantas violencias rurales que ha padecido el país, la última del paramilitarismo que sembró el terror en el campo a punta de masacres y fosas comunes, para dejar el camino abierto a un terratenientismo emergente, que ahora quiere la tierra para el cultivo de la palma africana, genitora del llamado disel verde, pretendido por compañías extranjeras, especialmente estadinenses.

El tugurismo crece en Colombia. Es que la pobreza y la inasistencia del Estado, lleva a que los vulnerables busquen a toda costa dónde guarecerse, tener un techo, y en Colombia, sólo quedan las lomas, no importa que las casas caracoleen, y guarden equilibrio, en esos cerros, donde ni siquiera, esa caridad mendaz de los ricos, que la emplean para disculpar sus pecados, llega. De allí se cuelgan, para constituir esos barrios de invasión, donde seres humanos apenas sobreviven, mientras el país se pregunta, qué hacen con la plata que le incautan al narcotráfico? Por qué de las ganancias fabulosas de la banca y fiancieras, no se destinan dineros, que concreten proyectos de vivienda digna para los más necesitados. Colombia se empobrece. Más de veinticinco millones son pobres, entonces, cuántos serán los miserables, que apenas se echan al estómago una ración diaria?.

Las repercusiones de estos tiempos invernales, son desasatrosas. La cifra de damnificados pasa del millón, y los muertos, se van perdiendo las cifras, pues a veces el deslome de los cerros, y la avenida de los ríos, no deja contar, y hay que decir en esa palabra tan lábil, pues no establece fronteras: desaparecidos. Colombia, es hoy una ciénaga, y un cementerio, con los aledaños de su capital, Bogotá hechos una ciénaga. Más ha podido la politiquería, y la corrupción en los organismos que deben velar por los problemas sociales y ecológicos, como lo son las Corporaciones que regionalmente están para proteger el medio ambiente( CAR, CDMB...). Pero no han hecho nada, carecen de espíritu previsivo, de capacidad de acción y reacción. Han sido una futilidad, ante el desbordamiento del Río Bogotá, inanes ante el desmadre del Río Cauca, incapaces con el rebose del Río Magdalena, que se llevó el Canal del Dique, que deriva sus aguas hacia Cartagena. A este país definitivamente se lo llevó el desmierde de los políticos, y la navidad negra que vamos a pasar por el invierno va a ser tesa, me dijo en el café Klaus, un hombrecito de lentes de culo de botella: Manuelito, mi filósofo de cabecera, que juró, no tomarse un trago, en estas fiestas decembrinas, en señal de duelo, es que quien celebre en medio de esta tragedia , estará celebrando la muerte.