Foto propia: playa de Coveñas, caribe colombiano
LA PIEL DE ENERO
Cada año,
ella vuelve con los soles incendiarios
de enero,
y el deseo que la siente en cada uno de
los rincones
de la ciudad.
No han perdido sus ojos
la mirada de fresca madrugada,
y sus besos aún muerden alma y corazón.
Su piel -yesca silvestre -
devuelve antiguos momentos de encendidos holocaustos
en el altar de la crucifixión
como diría el poeta Vallejo.
Muslos recios,
piel lisita
brinca como un atabal percutido
el fragor la piel que se junta
y salta la chispa lúbrica
entre los rayos y centellas de su cuerpo
en la tormenta
El tiempo pasa,
pero ahí adentro la llama crepita en
sus curvas litorales.
Cuán difícil que se apague,
si la piel también tiene memoria
de los eneros
de los cuerpos hechos zarza ardida