
Nada soy,
cuando siento tus besos
de humo
vacío de unas horas sin ardores,
y tu cuerpo se desnuda
con el desencanto
de la tarde soñada
soleada,
y brota a cambio en el color
de los grises y plomizos
hurgando nuestras penas,
sin pudores.
Esa nada de la entrega
de tu piel sin atabal,
de tu boca que
es gesto
en vez de beso,
mueca de hastío,
en la hora
en que uno espera
ver amanecer.