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sábado, 18 de septiembre de 2010

Con cara de idiota


Con cara de idiota


No dudo que hacerse el idiota, o parecerse el idiota tiene sus sus ventajas. No me considero inteligente, pero tengo una capacidad para apreciar, como si tuviera un sexto sentido, lo que pasa a mi alrededor. Eso me hace mostrar distante, y torpe, porque-dicen los que me ven como un idiota- que pierdo el hilo de las conversaciones, y me enredo en ellas, lo cual es falso. Sé lo que dicen los demás, así traten de esconder las palabras en metáforas o eufemismos; lo que pasa es que los estudio, y mientras les doy explicaciones de mi torpeza o idiotez, me van soltando verdades, o en la distancia que se crea entre ellos y yo, por mi supuesta idiotez, suelen escapárseles frases, o parrafadas, que entrañan conspiraciones- naturalmente- contra mi, y me defiendo. Sé que buscan amargarme la vida, o sacarme del paseo porque no pueden admitir mi éxito, pues en medio de mi idiotez, soy mejor que ellos. Acaso es gratuito que sea el Presidente de la Compañía? En verdad, se confían de mi supuesta vulnerabilidad mental, y me entregan en bandeja de plata, por qué no de oro o de otro metal, sus propósitos malévolos.


Hace un año, una de mis secretarias, Milena trató de envenenarme a cuentagotas, con arsénico. Y todo porque desde siempre habìa aspirado a la presidencia de la organización. Yo era su obstáculo. Por eso se compró el libro Encaje y arsénico, ella que no leìa ni las cartas de amor del novio, ella que se dormía al primer párrafo de esas noveletas de lágrimas y corazones rotos que toda mujer se ha léido en la vida. Ella que confundìa Pepita Gòmez con Gomitar Pepitas, ella que no distinguía entre la mierda y la pomada, resultò de la noche a la mañana, leyendo una novela de suspenso tan difícil de abordar como Encaje y Arsènico. Y sí la muy idiota, me preguntaba qué sabìa de venenos, yo le decía que poco, y ella interesada en los efectos del arsénico, oye Pablo (yo me llamo Pablo), dicen que el arsénico hay que dárselo lentamente a la persona que se quiere envenenar, para que no se noten los efectos del veneno inmediadamente y no se detecten sus estragos en la sangre; y yo que me había leído todas las novelas de Agatha cristhie, las de Conan Doyle, y de Bolaños, (no el del Chavo) supe que la muy falaz de mi secretaria, me iba a envenenar, con la complicidad de la secretaria de gerencia, llamada Catalina, muy bella ella, boca sensual y carnal, ojos color miel, como a mi me gustan las mujeres, quien me invitò una noche a su apartamento, a pasar una velada inolvidable, y a tomar coctel de granadina. Se figuran, el coctel que me hace agua la boca, por el que daba la vida, pues yo no bebo cerveza, menos whisky, ni aguardiente. Còmo supo ella que me gustaba la granadina, si ni mi madre que està bajo tierra, perdón, en un osario, lo sabía. Entonces, este idiota empezó a sospechar. Le dije que iría, pero con dos condiciones. Nos veríamos en un motel, y llegaría disfrazado de mosquetero. Se figuran disfrazado de mosquetero entrando a un motel, pero qué le iba a importar si era un pendejo, y los pendejos son ridículos. Con mi cara de idiota, y claro una suma respetable, no me fue difícil convencer al novio de Catalina, hermano, tengo una gevita, bocado de cardenal, con la cual no puedo estar por razones de trabajo. Vas y me remplazas. Eso si no te dejas ver la cara, ni puel putas te vayas a quitar la màscara. Al otro día, noticia en primera plana de El Matutino: “Novia despechada envenena con cianuro a su amante, en motel de la ciudad”. Por lo visto a mi secretaria no le bastó el arsénico, y quiso matarme de una, con cianuro. Pero, más puede una cara de idiota que el mismo cianuro, cierto?