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miércoles, 20 de julio de 2011

Crónica para la llegada de Luciano Agua






Nos acercan varias parcerías, que en últimas vienen  a ser una, pues el afecto por la música como hechura propia, el interés por la dramaturgia y el teatro vivido en el escenario, el deslumbramiento por el cine -   materializaciones de la palabra- no son otra cosa que poesía, sentimiento que sale de adentro, ganas de vivir con el imaginario despierto hasta la sepultura. Eso ha creado una amistad (dicen los reclutas, llavería), con Edson Velandia, teatrero, poeta en las letras de sus canciones, desde la cotidianidad,  la irreverencia popular y el humor, que empezaron a hacer carrera, cuanto se tomó en serio  lo de la música, recién desempacado de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, y fue corresponsable de la creación de un proyecto musical, en busca de nuevos sonidos, sin dejar la tradición del porro, la guabina, y otros aires colombianos. que se tradujo en la banda Cabuya. De esa experiencia recuerdo el tema, El billetico, pegando duro, ronroneando en la cabeza, agradable y gracioso.




Luego, vino (siempre creativo, Edson), una nueva búsqueda de sonidos, con la música de cantina popular, para ayuntarla con el rock, la etapa las rascas(a Edson le gusta mejor rasqas), y el montaje de una nueva banda, la suya, con perfomance y teatro a bordo, hice parte de esta aventura  histriónica, para el lanzamiento de su primer CD, con Velandia y la Tigra: ahí nacieron dos personajes: la novia, venida de un perfomance del teatro Gestus, y el burro, que dio pie para un cuento, de mi libro: La
angustia de las almas en pena.

Tanta parcería afecta  -diría mi filósofo de cabecera, Manuelito- pero para bueno, porque Edson nos hizo padrino de su matrimonio con Flor, por un memonto pensé en la incomodidad del traje formal ( saco y corbata, que me agobian con el síndrome de estar disfrazado), pero me repuse, porque con Edson no hay protocolos, y me fui de guayabera, a la refrendación oficial de su amor por Adriana. Sabía que la ceremonia sería toda una fiesta. Música suya. Qué buen cuarteto de cámara, con la voz espléndida de una hija de Expedito Santos, que dio guerra con Angel María, mi papá  en viejos tiempos del ruido, con un dueto serenatero de voces prodigiosas, guitarra y tiple; ponían en vilo el corazón de las novias de la época, cuando la distracción eran los paseos de olla, al río, por los lados donde hoy es Cabecera, o irse a cine al teatro San Carlos (!jueputa¡ cómo dejaron acabar este patrimonio cultural), ojalá al palco, para aprovechar su oscuridad y discreción, y en un descuido del chaperón o chaperona ( los hermanos de la novia),  darse un beso al menos, o cogerse de las manos. Qué falta hacían los moteles.





Adriana y Edson, son ya papás. Como diría el lenguaje centenarista, aterrizó en su hogar, un lindo vástago: Luciano Agua, que saluda la vida. Revuelo y felicidad, en las familias de Adriana (también cantante profesional, y abogada), y en la de Edson. Bello nombre: Luciano Agua, poético y cuajado de promesas, compuesto de dos elementos esenciales en el mundo natural: luz y agua. Bienvenido a la vida. Cantos y nanas no habrán de faltarle. Ya me imagino a Adrianita, cantándole, en su dulce y arruladora voz, las canciones de cuna más emotivas, compuestas por Edson, que ya tuvo la experiencia hecha CD, en Sócrates. Luciano Agua, no sabrá qué es llorar. Ahí estarán Adriana y Edson, al alimón, para espantarle el llanto y los fantasmas de la noche con su música.
*Enlace para ver video de Velandia y la Tigra
*A este post, Adriana y Edson, le quedó faltando, lo mejor:
 la foto de Lucianito. La espero