
He buscado en los recuerdos
el aroma de tu desnudo cuerpo,
palpitando en pleamar,
y me llega,
el olor a canela,
esa misma fragancia
en otra piel morena de soles repetidos,
hecha ovillo en mi cama,
memoria de los tiempos
del puerto legañoso
acurrucado en la bahía,
donde
sentados en la barra del único bar
mirábamos el mar plateado,
odoroso,
a sal,
salitre,
yodo,
y pescado.
y bebíamos el ron bravo hasta el fondo de la copa,
esperando que el calor amainara.
Luego,
la buhardilla de las proxenetas.
Allí,
tras las escolleras
éramos piel percurtida
por la ansiedad del otro.
En la vieja cama de resortes,
encajábamos las carnes embravecidas,
y me apretabas contra tu boca,
robándome besos y palabras.
Gemías
"quédate hondo,
mueve tus veleros
en mis aguas",
y te dejaba mis barcos
con las velas bajas:
ya eran míos
tus golfos y bahías.