
Entras
como luna de plenilunio
atracando en mi ventana
silenciosa,
murmullo de brisa
que anuncia el fresco de la noche.
En la penumbra
huelo tu perfume
de hembra.
Vienes a mi
desnuda como
los pétalos de una flor
y mi boca busca la tuya,
durazno
que beso y muerdo,
muerdo y beso,
lengua que enrosca la tuya,
saliva y se humedece,
mientras tus pechos se agitan
y mis manos palomas nerviosas
buscan en el botón de tus pezones.
Gimes,
y tu cuerpo percutido por el deseo
retumba como un atabal
más abajo del vientre.
Toma mi mano tu pubis,
y agita las hebras de su fina flora:
!abracadabra¡
de la garganta estrecha de tu sexo,
por donde entrarán mis aguas seminales,
ansiosas
de juntarse con las tuyas
tibias y lustrales.