El cuartito aquel
en el callejón de paredes sepias.
La ventanita al sol,
colgando debajo las macetas de geranios.
La ventanita a la luna,
dejando entrar
conciertos de grillos y gatos,
o acaso aquel tango,
"...por una cabeza...",
que nada tenía
de romántica su letra
pero el bandoneón la hacía dulce,
y nos repegábamos
cada vez que la oíamos,
como si no fuera la canción pedestre
a un caballo de carreras,
y sí una canción,
para hacer el amor
en un cuartito de motel
a la medianoche.