de ausencia.
La brisa roe la piel en el olvido de la vida,
las arterias se han secado
al igual que la linfa de las hojas,
y el beso que es una mueca de tragedia griega,
arranca en cada dentellada
la inocencia y la ternura.
En esta noche sin luna
y sin estrellas,
la felicidad se amortaja con sábanas negras.
La vida detenida en la esquina de las sombras
ve pasar el sepelio de su propia muerte.