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martes, 25 de septiembre de 2007

Marcel Marceau y el arte del silencio

Sólo lo había visto en películas primero, y luego en videos, y era genial, pero en vivo era gigante, porque su ingenio y creatividad con el gesto y el movimiento, le bastaban para hacerse comprender, sin necesidad de recurrir a la palabra. Como alguien dijo en una frase capsular, un artista que enmudecía para comunicarse.
Ese era Marcel Marceau, quien puso la pantomima en el territorio de las artes mayores, así fueran cinco minutos sólamente para una farsa, mimada por un sólo hombre, el inolvidable Bip, un payaso de chistera vieja, cara blanqueada por el albayalde, y labios incendiados de rojo, y enfundado en una chaqueta de abotonadura, algo marinera, y unos pantalones abombados, que lo hacían singular en las tablas, en la calle, en el cine, en donde quiera que emergía, para entre gestos amargos, contraídos por el dolor, o expandidos por el músculo risorio, cuando la alegría hacía fiesta en su cara, supo participarnos de su arte con sus obras, El fabricante de máscaras, El jardín público, Adolescencia, madurez, vejez y muerte, entre sus trabajos clásicos.
Marceau, se nutrió de Chaplin, con su incomparable Charlot, con Buster Keaton, y Laurel & Hardy, maestros del cine mudo. De ellos, Marceau supo que para el teatro de la pantomima, en esa categorización del mimo, la palabra sobraba, porque qué mejor que el gesto y la cinética del cuerpo humano para mostrar ternura, amor o dolor, como lo supo develar en los escenarios, este mimo francés, que pudo llegar, también al cine con su arte de silencio, en Barbarella, con Jane Fonda, y en algunas de las películas de Mel Brooks.
Sólo, un espíritu como el suyo, que le tocó padecer los rigores de la segunda Guerra Mundial, donde su padre fue sometido a los horrores de un campo de concentración nazi, y no le quedó más remedio que unirse a la resistencia, pudo lograr en Bip, un personaje tan global, en el contexto humano, e ícono del librepensamiento en política. Un personaje sin esguinces, que refleja la gracia y el dolor de la existencia: la felicidad del hombre que juega a construir su existencia, y la del que sufgre por el constreñimiento de sus sueños.. Por eso, esos gestos amargos propios de la tragedia griega, y de festividad connotadores de la comedia helénica, reflejados en esa máscara de pintura blanca, que realzaban la boca roja, y los ojos exaltados de bordes negros, de su inolvidable Bip, personaje similar al Charlot de Charles Chaplin, pasarán a la historia de un género menor que Marcel Marceau, supo engrandecer: la pantomima.

jueves, 20 de septiembre de 2007

BUSCANDO A MIGUEL, CINE CON ALMA COLOMBIANA

El cine colombiano ya no es aquel de tiempos atrás, que mendigaba a los distribuidores nacionales, un huequito en la programación. Ahora el cine nacional ha dejado de ser convidado de piedra, y los distribuidores se disputan su puesta en cartelera, por lo que no hay semana que no se programe una película colombiana, con público asegurado para varias semanas. Después de Esto huele mal, de Jorge Alí Triana, entra en el torrente sanguíneo de las salas de cine colombiano, Buscando a Miguel, la segunda película de Juan Fischer, un teatrero que terminó dirigiendo cine con gran acierto, porque sus películas han sabido traducir el espíritu del hombre colombiano, ya fuere viviendo en el exilio americano, a que obliga el desempleo y la falta de oportunidades para vivir dignamente en el país, o sobreviendo en Colombia a los embates de la violencia rural o urbana, la marginalidad, el vicio y las drogas.
Buscando a Miguel, es una película con alma nacional. Y, esa alma es un fresco panorámico, un mural de tragedias, desdichas, y otras iniquidades que ha traído la política como negocio y expresión de poder. El filme de Fischer, sin querer jugar a la sociología, ni menos al cine argumental con cara de documental actuado de visos antropológicos, muestra al ser nacional, por lo menos en dos polos: el poder y la marginalidad. El primero, en el político, que encarna Miguel, y el segundo multiforme: el travesti, el cartonero o reciclador, los malandrines, en fin la gama de gente vulnerable que crece en Colombia como pompas de jabón.
Tras el político que desaparece del panorama electoral, por causa de una emburundangada, con el fin de hacerle el paseo millonario, para desocuparle la plata de sus tarjetas de crédito, de los cajeros automáticos, la historia va tomando camino, para develar a los policías sin conciencia moral, y carentes de humanidad; a la mafia que opera en el mismo mundo de los cartoneros; a los proveedores de cadáveres para las facultades de medicina, que los obtienen de los estigmatizados como desechables, a los cuales matan a garrotazo a limpio.
El país que se observa en Buscando a Miguel, donde el humor atenúa la tragedia, no es el mejor de los países, pero es el país que nos ha tocado vivir, donde imperan las culturas del poder, la muerte y la esperanza, porque películas como la de Fischer, recuerdan en la moraleja, que no todo está perdido.

martes, 11 de septiembre de 2007

AL DIABLO LA MALDITA PRIMAVERA

El cine era el que mayormente se había atrevido a tratar el tópico de la homosexualidad, en algunas comedias, que en lugar de abordarlo por el lado humano, lo rediculizaba, haciendo ver al
gay grotesco, cuando no ridículo, y por eso tono, películas como La jaula de las locas.
La literatura se había asomado, tangencialmente, en latinoamerica con Mario Benedetti, en su novela, La tregua, en la figura de un oficinista, que no alcanza trascendencia en la historia; pero es con José Donoso, en El lugar sin limites, y su personaje de La Manuela...un travestido viejo, enfermo y cobarde que se amilana ante el "macharrán", pero que abiertamente es el marica del pueblo... donde el tema toma connotaciones humanas, y semióticas, pues la Manuela es lo grotesco, las fobias, lo deteriorante en un mundo que también es grotesco, fóbico y detrítico...*.
En Colombia, me había tropezado con las novelas de Gustavo Álvarez Gardeazábal, que ya delataban al autor homosexual (La boba y el buda, La tara del papa), pues su lenguaje no se ofrecía en esa cripticidad para la interpretación semiológica, conque se ha observado la novela del Chileno Donoso. Después de muchas vueltas y revueltas, ha llegado a mis manos, Al diablo la maldita primavera, de Alonso Sánchez Baute (Bogotá: Punto de lectura, 2007), que desde la primera persona, técnica autobiográfica que algunos alegan, y la que no comparto totalmente, escribe una novela abierta en su lenguaje, procaz como el delmismo Fernando Vallejo, el de La Virgen de los sicarios, Fuego Secreto y Los caminos a Roma, pero más alegre con este drag queen, que presenta sus shows en La Caja de Pandora, uno de los sitios de encuentro gay, en Bogotá.
Al diablo la maldita primavera, es una novela de lectura abierta. Sánchez Baute, no tiene otras pretensiones que mostrar al drag queen en su naturaleza. No hay otra lectura, con la historia de este homosexual barranquillero, al que lo persiguen los fracasos amorosos, y también las culebras ( las acreencias), que lo fuerzan, para eludirlas, a viajar a Nueva York, donde una tía, que ansiosa de compañía le da cobijo.
La novela de Sánchez Baute, es una novela sincera, sin esguinces en el lenguaje, con un drag queen de un lenguaje muy particular, gracioso, abierto al chisme y a la venganza, tan natural en el hablar, que no hay distancia con la cotidianidad comunicativa del lector: el amor, yo sé, volverá a mi puerta, y será una dura venganza contra la Marcos y contra todas las que me envidian por mi talento y por mi belleza y hasta por mi lengua, y si Jorge Mario nada que aparece por estos días tampoco pienso tirarme a la muerte, porque si no es él será otro, aunque la verdad sea dicha, tengo una profunda corazonada de que pronto reaparecerá y casi podría decir que me corto una güeva si ese gatito no vuelve a escribirme un e-mail.
En lo que conozco de la literatura latinoamericana y colombiana, no tenía refrencia de una novela que recogiera el alma del gay, y la escribiera con el desenfado de este personaje de Al diablo la maldita primavera, que medio de sus desdichas, amores y desamores, al fin encuentra ese amor estable - así suene a paradoja y humorada- en un policía, que ha sabido comprender en las palabras del drag queen, toda la femme que hay en mi sin que me preocupe: a él le encanta saber que no soy más que una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre.
*NÁTER, Miguel Ángel. José Donoso o el eros de la homofobia. En : Revista Chilena de Literatura. Santiago de Chile ( Abril 2006, No. 68).