Motelito aquel sin ángel,
donde nos sacábamos la
piel cansada por
el peso del trabajo
los fines de semana.
Socavón lo llamabas
porque
estaba en una
callejuela
como un acordeón
apresado
entre casas trogloditas,
donde no se sentía respirar
la vida.
Pero te gustaba me
decías,
esta aventura de los
dos,
tan secreta y clandestina
en este
motelito sin futuro.
Y después de las sábanas
empapadas,
mientras Sabina cantaba
su despecho,
en un parlante pegado al celular
(Y no halle quien de ti
Me dijera ni media palabra
Parecía como si
Me quisiera gastar el destino una broma macabra)
le preguntaba si me quería,
Y ella,
¡Nunca¡
nada me decía,
¡nunca ¡
como si no me escuchara,
silenciosamente bella,
en sus silencios de tardes de motel, bella
que ya me estaba acostumbrando,
por qué no decirlo,
a su callada manera del amor negarme
y me preguntaba,
si algún día me dice que me ama,
será que a su amor voy a acostumbrarme,
como me he acostumbrado a sus silencios
Foto intervenida