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viernes, 24 de marzo de 2023

Aguada en sepia

 







*Foto intervenida



Sé que no habito en la alegría de los que celebran con champagne

el social escalamiento (arribismo dice mi filósofo);

ni en el glamour de la mujer que se baña en perfume de Lacoste o Chanel;

tampoco estoy en el alma de aquel que saborea un Varela Sarrazanz,

con el falso deleite de un somelier de caro restaurante;

ni en la de aquel que comenta Madame Buterfly a su mujer con mendaz goce, en un palco sombrío de la ópera.

Nada de eso soy, menos lector de un Cuáthemoc, Walter Rizo o Coelho, que venden libros como si fueran chorizos

Soy de los que se gozan a Fellini en un teatro de miseria,

si es que estos teatros aún se salvan de la ruina,

y bebe el vino más barato en la trastienda,

mientras rasga una guitarra que el corazón arruga

y aniquila el alma.

Soy de los que leen a García Márquez sentado en la taza del baño de la casa;

a Borges al lado de una tinaja de chicha fresca;

a Mariamercedes en el alma anochecida de un bar malogrado por el tiempo,

donde ponen boleros de Daniel santos, salsa de Blades, Lavoe y Cheo Feliciano;

a Roca en un viejo tiovivo con la cabeza repleta de cervezas.

Soy un cantor de versos desportillados,

que no olvida a Serrat, Sabina, Cabral, Silvio o Milanés en sus canciones;

soy el recuerdo y el olvido,

un actor perdido en la niebla de la escena,

un enamorado de la vida,

cantándole sus penas a la luna,

o ese hombre feliz con cara de niño

cuando las cometas hienden el viento

y son una mancha de colores en el azul del cielo.