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sábado, 21 de junio de 2008

UNA COLOMBIA QUE NOS QUEDA, O LA REIVINDICACIÓN
DE LA MUJER Y SUS LUCHAS
Se llama Linsu Fonseca y estuvo este año, en el café arte Kussy-Huayra de Piedecuesta, con motivo del Día de la mujer, para presentar su libro Una Colombia que nos queda. Estaba en mora de comentar sobre este texto que, también se ofrece en multimedia, logrado contra todas las dificultades que implica asomarse a los problemas del desplazamiento encarado por la mujer en Colombia, con sus luchas y el ejercicio del liderazgo para hacer que la justicia y la paz dejen de ser sueños y tomen entidad, haciéndose visible en el respeto de sus derechos, esencialmente, en el de igualdad de género.
Linsu Fonseca -prácticamente- se metió en el barro para cuajar esta investigación (financiada por La Agencia Española de Cooperación Internacional), sobre doce mujeres colombianas, de diferentes comunidades que, en el año de 2005 estuvieron nominadas por Colombia al Premio Nobel de Paz. Sus historias develan que son mujeres que han comprendido que sólo organizándose, y luchando por la satisfacción de las necesidades de sus comunidades, podían no sólo alcanzar el respeto a sus derechos esenciales, sino demostrar que tenían capacidades para liderar proyectos, y habilidades dirigenciales. Naturalmente, si hoy se destacan en sus comunidades, no ha sido fruto de lo gratuito. Hay caminos de dolor que han tenido que andar y desandar, para lograr lo que hoy son, y han conseguido para el alrededor social en el que se mueven.
Basta echar una ojeada a la vida de María Zabala Herrera, que como lo expresa Linsu Fonseca, fue con sus compañeras de "las primeras mujeres desplazadas que en Colombia lograron acceder a una reubicación de tierras", y que testimonian genocidios que a finales del ochenta y principios del noventa tuvieron ocurrencia en Córdoba, Antioquia y Chocó. María Zabala y sus compañeras de dolor por los familiares caídos en el grueso de las masacres, han erigido en Córdoba, Valle Encantado, para recuperarse de las heridas abiertas en el alma, y ayudar a "construir Una Colombia que nos queda".
De estas doce mujeres, Patricia Buriticá Céspedes, se ha movido en medio del sindicalismo, logrando la Secretaría de la Mujer y del Departamento de la Mujer en la Central Unitaria de Trabajadores (CUT); pero su papel más relevante, lograr una posición en la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, como representante de la sociedad civil, para reclamar por los derechos de las víctimas y las mujeres que han sobrevivido a la confrontación armada. Es necesario que vuelvan al mundo social, pero por el desarraigo, es necesario ayudarles a construir uno nuevo que recupere las ansias de vivir.
Aún estas mujeres tienen la esperanza de ese "verde que te quiero verde" del poema, de un pais nuevo, con la Colombia que nos queda. De ahí su afán de aportar, como María Tila Uribe Jiménez y su hija, desde la alfabetización popular, en la edificación de ese país sin violencia, enfilado en el camino de un progreso con justicia social, que todos los colombianos anhelamos, y que es el mismo que ansían levantar, María Beatriz Aniceto Pardo, desde su liderazgo en la comunidad indígena de Tierradentro, Luz Perly Córdoba como abogada defensora de derechos humanos de comunidades campesinas, Rafaela Vos Obeso, apropiada de su investidura de Socióloga y Magíster en Ciencias Políticas, Hilda Liria Dominicó Bailarín, indígena embera-katio desplazada de Mutatá "tras el asesinato de su padre y su hermano mayor", en su rol de educadora y liderando trabajo social y comunitario en Medellín, Yolanda Becerra Vega, desde la Organización Femenina Popular de Barrancabermeja, en la educación y movilización de la mujer marginal para darle herramientas en la defensa de sus derechos, y formarla en la construcción de "proyectos de vida digna para sus familias", Nubia Castañeda Bustamante, coordinando La Ruta Pacífica de las mujeres, en el Chocó, movimiento en defensa de sus derechos humanos,Virgelina Chará, desde su liderazgo social en Bogotá con Asociación Mujer y Trabajo, a pesar de los reiterados desplazamiento forzados, atentados y torturas, Ana Teresa Bernal Montañez, premio Nacional de Paz, con su Asociación Caminos de Esperanza Madres de la Candelaria de secuestrados o desaparecidos, y Batriz Rodríguez Rengifo, desde su organización Asociación de Mujeres productoras de Cárnicos de Florencia, para extrabajadoras sexuales.
La investigación de Linsu Fonseca, Una Colombia que nos queda, es un texto esperanzador, con las historias de vida de estas doce mujeres, que a través de su trabajo social, político, y educativo, han empezado a poner las piezas del rompecabezas, para juntarlas luego, y armar el país que necesitamos: de paz y desarrollo humano, incluyente, apuntalado en una democracia fortalecida por la participación ciudadana.

Carmín

En tu boca
dejó el colibrí
el carmín de una rosa.