*Foto intervenida
La eroticidad no se despoja de ti,
a pesar del espacio/tiempo diría Einstein.
Aún tienes esa bella cara de muñeca
ingenuamente sensual de los primeros tiempos.
Se quedaron en ti,
como en la Monroe se quedaba el deseo perturbador
antes,
y después de los arrebatos de Arthur Miller por la diva
y el desahogo de los barbitúricos para espantar
el abandono.