La ventaja del DVD, ha puesto el cine en la sala de la casa, aunque el rito de ver un filme en una sala de teatro, con semipenumbra, gaseosa y paquete de crispeta en mano (palomitas de maiz dicen los eufemistas), es un placer incomparable. Sin embargo, hay que aprovechar las ventajas tecnológicas, y como dice, Manuelito, mi filósofo de cabecera, sentarnos a ver pasar el mundo en la comodidad de los adelantos de asombro de la postmodernidad. Por eso, rebuscando en las tiendas de video, que deberían -naturalmente- llamarse de DVD, me encontré con una película del director, Ben Younger, aquel mismo que escribió y dirigió, El informador, sobre ese muchacho de l9 años, que quería ganarse el respeto de su padre, pues para él era una terrible decepción, y también, agarrar en las redes del azar y la suerte un millón de dólares.
Ben Younger, es de esos directores que les funciona la comedia, pero no la banal donde los gag se tornan en fastidio, y el humor se diluye en los tortazos y los exagerados golpes, que terminan por sacar de paciencia al espectador. No, Ben Yourger, apela a un humor fino, que involucra más el comportamiento humano, que la cinética de los personajes. Ese fino humor, se perfila en Mi novia secreta, título en español de Prime, con un reparto muy bien escogido, para las situaciones de una película, que se perfila en ese tono de las cintas de Woody Allen, que se recrean en la conducta humana, y tienen como locación a Manhattan. No quiere decir que Younger, obre como plagiador de Allen.
La conducta humana, es un tema universal, y el hecho de que aún hoy motive a la cinematografía, a pesar de haber sido tratado por los clásicos griegos (Sófocles, Eurípides), luego por Shakespeare en el renacimiento, y en tiempos más modernos por Antonioni, Bergmang, y Claude Chabrol, por citar algunos cineastas, refleja que es un filón inagotable, que nutre literatura y cinematografía.
Mi novia secreta, con esa estupenda y siempreviva actriz que es Meryl Streep, la bella Uma Thurman (de gran registro ante las cámaras) y Bryan Greenberg, dan el perfil, para una historia
donde concurren situaciones conflictivas por razones maternales, diferencias de edad de los amantes, y cuestiones raciales y religiosas, que llevan a Lisa, de origen judío (Meryl Streep), terapeuta de Rafi, la recién mujer separada a la que trata, a censurar la relación amorosa que se gesta entre ella y su hijo David. Lisa, que venía animando a su paciente, para que tuviera una nueva relación sentimental, que le permitiera superar la separación; ella que como su psicoanalista la incentivaba - aplicando terapia- a ser audaz sexualmente con su nuevo compañero, a través de las sesiones, descubre que el amante de su paciente es su hijo, y se conmociona, al pensar que David apenas tiene 23 años, mientras Rafi, llega a los 37.
Indudablemente, obran en la película situaciones éticas (La terapeuta deja que prospere la relación de la paciente con su hijo, aduciendo razones profesionales para no parar el tratamiento). Se observan por otro lado, eventos paradojales : Lisa, a su vez, para salir de la conmoción que le causa, el descubrir el affaire sentimental de la paciente Lisa con su hijo, busca a una psicoanalista para que le trate. Indudablemnte, aquí se perfila ese tipo de humor crítico, que ha sido una constante en Woody Allen: la sátira a los norteamericanos, que no pueden resolver sus problemas de conducta o sentimentales más nimios, si no es a través del psicoanalista, hasta tal extremo que los psicoanalistas, también tiene su terapeuta, al cual acudir cuando la psiquis se les enrevesa.
Una película bien tratada en la dramaturgia; nada sobra ni falta. Buen manejo de cámaras, para capturar el intimismo de una película que habla más del alma humana, y una fotografía estupenda, parta identificar ese espacio tan singular, que es Manhattan, en Nueva York. Relevar finalmente, que la película al darse el conflicto, que lleva a Rafy y David a separarse, no se remedia con el clásico reencuentro, que caracteriza a ese cine entre ramplón y lagrimero americano donde las historias desembocan en una existencia feliz y sin contratiempos de la pareja en cuestión.
Ésta es una cinta conductual, y el mejor final, que entienden ambos, es hacer su vida por aparte, porque en últimas tienen expecativas diferentes: David un joven con sueños y un futuro por vivir. Aún no está preparado para ser padre, tener hijos, como Rafy, se lo hace entender. Se arrepentirá, más tarde de tenerlos, y ella, con ese anhelo de toda mujer de realizarse como madre, no quiere vivir el drama de ser repudiada, por no haber actuada desde la sensatez, ella, la de mayor edad, con la experiencia de un amor frustrado, pero sin hijos. Un final no esperado para la tradición que se apega a finales de hadas, pero para quien observa el cine desde expectativas mayores, un final racional y sin traumas, pero al fin el más justo, el que esperaba. Alguna vez, lo cartesiano, tiene que ganarle al corazón, para bien de todos.
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