El arte y el pensamiento han marcado el progreso y el desarrollo de los pueblos. Sin pensamiento no hay discusión, dialéctica. El pensamiento es confrontación de ideas, no cerrazón, pues las verdades no son únicas e incontrovertibles, y pretende cuando no es monolítico, pétreo (reconoce su condición humana y no la absolutez), a construir un mundo plural, producto de observancias varias, y no objetuales, donde todos quepan a la hora de sentarse a la mesa del pan, de guarecerse bajo el alero en los momentos de las tormentas, de juntarse en la cita de los juegos a recrear ese sueño carnal de una felicidad sin divisiones humanas, y ahí entran las artes -sin aspirar a ser conocimiento cuando el pensamiento tropieza y se ciega- a recordarnos que somos humanos, y que la felicidad es la paz, la negación de todo acto violento que destruya la vida y los bienes intelectuales, espirituales y materiales que la sustentan.
Históricamente la estética y el pensamiento tienen su razón de ser en el bienestar humano, luego atacar un bien artístico y cultural, con un artefacto explosivo, como ha ocurrido con el Café Arte Kussy Huayra de Piedecuesta (Santander) es un acto de bárbaros, que al poner en riesgo el arte y las ideas, ponen también en riesgo la vida, pues del arte y el pensamiento se nutre.
Luego, para que la vida siga viviendo, y no muera la alegría, el café con el respaldo de los pensadores, teatreros, poetas, y tejedores de sueños al calor de un tinto o unas agrias, debe mantener sus puertas abiertas, para poner en jaque a los contemporáneos Primo de Rivera que a la brava quieren imponer sus intereses fundamentalistas, negadores del arte y la inteligencia.
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