- Manuelito, mi filósofo de cabecera, es un amante empedernido del cine, y a sus cincuenta y seis años de brava soltería, prefiere un drama conflictivo de Antonioni a una cita con una mujer de esas que le harían perder la cabeza a un lama tibetano. No quiere decir que, Manuelito sea de esos que eufemísticamente, hoy llaman del tercer tipo. !No¡ -enfáticamente- !no¡. Para expresarlo en cristiano, Manuelito no es marica. Es un hombre a carta cabal, con un prontuario amoroso que ya quisieran tener los más duros casanovas de estas tierras de machos de Santander, pero en materia de sábanas calientes, nadie le gana, Manuelito es el más macho de los machos, porque mujer que se acuesta con él, no quiere que Manuelito abandone la cama jamás. Sabe amarlas y ser tan dulce y tiernamente adorable, que quedan altamente complacidas, y no escatiman halagar con sobornitos (incluyen regalos costosos y fuertes sumas de dinero), la repitencia de esas horas inmemoriales de indecible placer en la cama. Sinembargo, vuelvo e insisto, para Manuelito, está primero el cine, y siempre me ha intrigado, esa pasión suya por el séptimo arte, que anoche al calor de unos aguardientes (Manuelito, por cuestiones de pertenencia a la tierra, los prefiere al whisky), me atreví a preguntarle, eso sí excusándome de si invadía su privacidad, por qué no cambiaba el cine por una cita de amor, y sin el menor asomo de duda, sin temblarle la voz, seguro y tajante, me respondió:
-El cine es mejor que un orgasmo - Y, apuró la copa de aguardiente hasta el fondo.
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