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lunes, 6 de agosto de 2007

BERGMAN Y ANTONIONI, DOS GENIOS DEL CINE EXISTENCIAL

Recuerdo que fue en un teatro de pueblo (la niebla de la memoria no me permite acercar el zoom para esclarecerlo), donde me tropecé por primera vez con una película de Ingmar Bergman. Era de nazis, pero en una perspectiva diferente a las películas norteamericanas sobre el género, que lo fundaban todo en el maniqueismo. Después supe que la película se llamaba en español, El huevo de la serpiente, y lo confieso, la manera de narrar de Bergman me dejó inquieto, así aún no comprendiera mucho de cine, y aún me causó mayor estupefacción, cuando me enteré de las dimensiones estéticas del cineasta, cómo una película suya vino a parar a la sala de un pueblo, invadido por el cine de charros y los filmes de guerra americanos.

Con Antonioni, fue otro cuento. Me di de manos a boca con Blow up, en un teatro de Bucaramanga que programaba cine doble mejicano, El Rosedal. Un teatro popular, y en una ocasión puso en pantalla películas con cuentos del escritor mejicano Juan Rulfo. El doblete: El rincón de las vírgenes, y El gallo de oro. Para sorpresa, no pasaron la historia del gallo que le dio la suerte a Dionisio Pinzón, con la ayuda de la caponera, y que era la sobremesa. A cambio, una historia surgida más del ensueño, de lo onírico, ese Blow up, del director italiano, Michelangelo Antonioni, que tomó el cuento de Cortázar, para ratificar que su cine, no seguiría la línea del neorrealismo italiano, que emerge en la postguerra, y a cambio aventuraría más por los pliegues del alma y el comportamiento humano.

Es ahí, en el escudriñamiento de los conflictos humanos, en el dolor existencial que se encuentran estos dos directores, que casi escogen el mismo día para morirse. Dos directores que inauguraron eso que ahora han dado en llamar cine de autor, porque las películas que dirigieron eran suyas, pues era su mirada sobre el ser humano, por no decir que una especie de buceo psicológico para intentar entender la complejidad de lo humano. Dos directores difíciles, en nada épicos, por aquello de que lo que los conmovía para hacer cine, era el hombre y la mujer, la pareja, la familia desde sus dificultades para convivir, soportarse, amar y desamarse.

Si habría que buscar hoy, directores de cine con una identidad tan claramente definida como la del sueco Bergman y el italiano Antonioni, quizás el que mayormente se les acerca es Woody Allen. Éste ha sabido interpretar el alma femenina, ha psicologizado a la pareja desde ángulos que ya habían tratado Bergman y Antonioni, pero poniéndola en el escarnio, en la burla con su humor sutil, ajeno a los gag, y a los chistes vulgares y ramplones de comedias que desprecian el relato interno, por las situaciones de hecho.
A no dudarlo, Bergman y Antonioni, dos maestros y genios del cine, a quienes les importaba un pito el cine comercio. Como un Kurozawa, por encima estaba el cine como arte. Por eso, siempre le apostaron a un cine intimista, indagando el pensamiento del ser humano en lo sexual, en lo religioso, en sus ambiciones, en sus sentimientos, en sus dolores, de ahí Gritos y susurros, Fanny y Alexander en Bergman; y en Antonioni, Las amigas, la aventura y La noche, cintas donde aflora el alma femenina.
A la muerte de Bergman y Antonioni, será difícil volver a ver en las salas el cine de estos dos genios, por lo que los cineclubes, tienen aquí una coyuntura para programar unos ciclos con estos dos directores incomparables. También, la oportunidad para que la televisión cultural se reivindique reponiendo las cintas de Bergman y Antonioni. Cuán grato fuera reencontrarse con su cine complejo pero humano, capaz de ponerlo a pensar y sentir, asi para aquellos que no entienden del cine como arte, les parezca jarto, y los invite al bostezo.

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