No la sentí llegar, por la modorra que me había causado la tercera botella de aguardiente. Cuando el aguardiente se me hace dulzón, sé que estoy a punto de emborracharme, entonces me levanté de la mesa, a pesar de los ruegos de los amigos para que me quedara otro rato, pagué la ronda, y me aventuré calle abajo, a pesar del peligro que entrañaba transitar la Calle de las alcahuetas, a esa hora de la noche, de alta densidad de malandrines entrenados para el raponeo de carteras, el cuchillo en la espalda, y no haga movimientos raros, hermano, porque le corto hasta el alma, en medio de los ventorrillos a lado y lado de la vía, y la hedentina de orines revenidos.
Una puta, a la que llamaban la cremallera, tenía en la mejilla izquierda una cicatriz larga y cosida tan burdamente, que le quedaron las huellas de la sutura como un sierre, me acompañó hasta uno de los caserones de la ciudad histórica, donde vivía. ! Doctor!, no es hora de andar por estos lugares tan peligrosos, en semejante borrachera.
Una puta, a la que llamaban la cremallera, tenía en la mejilla izquierda una cicatriz larga y cosida tan burdamente, que le quedaron las huellas de la sutura como un sierre, me acompañó hasta uno de los caserones de la ciudad histórica, donde vivía. ! Doctor!, no es hora de andar por estos lugares tan peligrosos, en semejante borrachera.
Era fuerte, y bonita a pesar de la cicatriz. Le había hecho un favor que me agradecía hondamente. Tenía un niño, al cual le bajé la fiebre una noche que llegó al hospital sin un peso, y el niño delirando: la gastroenteritis lo estaba matando. Se la combatí, por nada, por humanidad. Ni siquiera acepté su gratitud de una noche de cama. Me ayudó a entrar al cuarto, que tenía puerta a la calle, y se fue luego con la noche, que empezaba a ventear un frío glacial.
En la cama todo empezó a darme vueltas, hasta caer en un abismo de remolinos, y flotar, luego, en una nata de silencio. Sé que es una mujer, la que está aquí. Tiene los ojos almendrados, y me llama, para que la siga por los zaguanes del patio de geranios, nomeolvides, y begonias. La sigo como si levitara, pero lo más extraño, que no escuche el griterío de los grillos en el patio, y al mirarme en el alto espejo que cuelga encima del lavamanos, no me devuelva la imagen de mi cara
23 comentarios:
La guadañera...cuántas caras...me gusta este relato. Leo mucho a Poe Y Lovercraft.
El conde de Cuchicute
Carlos Agusto, una narración de mano de la realidad, desde un aparente estado inconsciente o quizá desde el umbral entre la vida y la muerte, desde lo etéreo.
Un placer que ofrece la literatura de tu mano. Saludos desde México.
Carlos, después de tanta aguardiente...algo tenía que pasar...La prudencia... es buena consejera...
¡Genial, como siempre!
Un abrazo.
Un estado de borrachera tal no puede uno encontrarse ni la cara ni nada.
Me gustó el relato, entre negro y real.
El alcohol hace estragos en nuestro cerebro, tanto como para envalentonarnos demasiado y hacernos inconscientes de la propia realidad.
Besitos mediterráneos.
Un relato, escalofriante y genial.
Besos
UFFFFFFFFFF, TREMENDO RELATO. DE PUTA MADRE!!! ME TRAMA.
UN ABRAZO
soberbio relato nos obsequias querido y admirado escritor y poeta. Esta amiga admiradora te da infinitas gracias por concedernos el privilegio de hacernos participes de el . Mil besinos
Carlos .." Noche sin grillos "
La bebida te ha hecho perder y olvidar por donde has ido...gracias a esa mujer que te ha cuidado como a un grillo jajaja
¡¡¡ cric cric !!! lo oyes ??
un beso
La muerte como compañera nada más.
Bello como siempre.
Un beso Carlos.
Hola Carlos, maravilloso texto. Caminar hoy por tus letras estremece, ella siempre esta ahi, esperando el momento de llevarnos por el camino que andaremos ese dia que desconocemos pero que esta cerca......Cuidate mucho.
Hola Carlos, un relato escalofriante. Supongo que el ser humano es tan fragil que a veces se tiene que ahogar en alcohol u en otras drogas. Pero su fragilidad aun se acentua más.
Un doctor muy generoso al que la vida no le ha tratado bien, si no, ¿por qué iba a ahogar sus penas en aguardiente?
Un relato muy bueno en donde quedas plasmadas las miserias personales de de muchos humanos. Por un lado la de la prostituta maltratadas pero agradecida. Por el otro el doctor. Realmente las miserias humanas no se ciñen sólo a lo económico, sino también a los sentimientos.
La foto es muy buena, por un lado color, alegria, por otro boca cosida, maltrato, ojos morados, golpes,...
Ufffffffffff, me ha hecho pensar mucho este relato.
Carlos un abrazo enorme y muy cariñoso
Buen relato Carlos. Directo y claro para llegar al remate final que siento como si fuera el inicio, ese final provoca, precisamente, la sensación circular -previa a la inconsciencia- que la embriaguez genera. Y la ausencia del propio reflejo en el espejo, la ausencia del si mismo racional en la realidad, una alteridad tan peligrosa como seductora.
Un gusto tenerte como lector en mi blog, gracias por tus aportaciones.
Un abrazo grande para ti!
Ah!, el título del relato es muy atingente! y la alusión a su falta de oídos ante el insistente canto de los grillos, reafirma, a mi entender, el levantamiento del interdicto, la transgresión que el alcohol permite y que la naturaleza humana busca siempre por ese medio o por otros tantos, Literatura y Arte incluidos.
Carlos estoy sorprendida, has dejado los poemas de amor y nos has regalado un un cuentazo de aquellos. felicitaciones. Me encanto.
mariarosa
Gostei desta bebedeira sem temperança
Foi beber até cair
Foi caminhar abraçando todos os perigos
Foi sofrer pelos próprios erros.
Sei muito bem do que falas...
Escolhas de cada um.
El Doctor tenía una deuda con la Muerte: él le arrebató de sus manos a la criatura de "La Cremallera". El precio fue alto.
Me ha gustado la atmósfera que has creado en tu relato, Carlos. No solo me sorprende tu poesía, ahora tu prosa.
Un beso.
me fascino leerte, misterio, gratitud, caridad, todos los ingredientes para una hermosa prosa.
Me impacto como tocaste a la parca tan sutilmente ni la mencionaste.
besitos Poeta.
Un lujo leerle
me fascino leerte, misterio, gratitud, caridad, todos los ingredientes para una hermosa prosa.
Me impacto como tocaste a la parca tan sutilmente ni la mencionaste.
besitos Poeta.
Un lujo leerle
Me logra transportar tu relato a ese mundo visceral y mundano. Me quedé un buen tiempo extasiada con el nombre ''la calle de las Alcahuetas'', le da un toque auténtico a la trama. Y también la cicatriz de aquella puta, muy simbólico además. Me disfruté esto hasta el final.
Un abrazo,
Jéssica Ch./
Pero ¡qué relato!
Me gustó leerte.
Siempre es así.
Alicia
que final!
Qué bueno!, me gustan esta clase de relatos, como de realismo oscuro o realismo sucio... y las imagenes que evocan. Un saludo.
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