Vistas de página en total

miércoles, 12 de mayo de 2010

Wilson Medina, alma de tiple


Corrìan los tiempos del Nadaísmo en Colombia, con Pablus Gallinazus, poniendo contra el paredón en sus canciones la Guerra del Vietman ("Si hay que peliar tu te vas para el Vietnam/ yo me voy para la loma...); alentando las rebeldías contra el establecimiento, con la metáfora de una mula insurgente ("baja una mula del monte/ viene montando Ramón /mula revolucionaria va pa la revolución), mientras Ana y Jaime, un dúo sin par, en esos finales del sesenta y principios del setenta, recogía en Café y Petróleo y Ricardo Semillas, los descontentos de un país expoliado por las multinacionales, y un campo, ahondando la crisis de la tenencia de la tierra, por la concentración en manos de latifundistas.


A Wilson Medina, que estudiaba en el Colegio Balbino García , uno o dos años atrás del mío ( Pacho, su hermano compañero de banca, sabrà corregirme ), fue al primero que le escuché cantar Ricardo Semillas (“Ricardo reunió a los hombres y les hablo tan despacio /palabras verde esperanza teñidas de sal y selva /les dijo la vida es nuestra también es nuestra la tierra /y las palabras que traigo son semillas también nuestras”) con un trío de estudiantes (creo que hacía parte una voz femenina, de la familia de los Delgado), donde el tiple, el instrumento vernáculo de la organología andina colombiana, en el campo de las cuerdas, destacaba en sus manos. Había nacido Wilson, para tiplista, de los que aprenden de manera natural, en ese sentido en que el viento sopla alentado en su interior, y el agua discurre río abajo, sin que nadie disponga de su cauce y fluir.

Si eran los tiempos, cuando el colegio Balbino García, en un espíritu abierto al pensamiento, y a la cultura, oficiaba de partero de teatreros, garrapateadores de letras, toreros, poetas, narradores y luchadores de causas populares. Wilson Medina, se horneó para la música en ese contexto. Cuántas veces - pues también me había dejado seducir por las cuerdas y a los tranzacos me acompañaba en la guitarra las canciones de Horacio Guarani, Mercedes Sosa y el mismo Pablus Gallinazus, y para hacerme más bohemio y músico, había conformado un dueto con Francisco Lozano- nos encontramos con Wilson en el cruce de alguna serenata y sus compañeros de tertulia: Naño Gutiérrez, Cristian Sandoval, Albeiro el chatarrero y entre aguardiente y canción va y viene, la nostalgia de un poema, de un amor mordiendo adentro, la típica tusa de los paisas y caldenses.


Antes que laboratorista, Wilson tiplista. Uno no se lo imaginaba, en el masajeo de esa parafernalia de cubetas, vasos, pipetas, matraces en los laboratorios de la Universidad Industrial de Santander. La imagen era la del tiplista, arpegiando las cuerdas con esa naturalidad de sus manos, en una dialèctica de acordes con el tiple,en el acompañamiento de la digitación de bambucos, pasillos, boleros... de la guitarra de Naño Gutièrrez, Cristian Sandoval, Celestino Sarmiento, o el saxofón del maestro Mario Gamboa. Por algo el tiple en su ataúd. Ahí estaba su alma, como tambien lo estaba en Angel María, mi papá, también tiplista natural. Por eso, Wilson, me lo traía a la memoria, cuando sus manos tejían en su tiple la saudade de la canción del maestro Bernardo Gutièrrez y Evelio Moncada:





Hágame un tiple maestro

pero hágame un tiple bueno,

que toque y toque bambucos,

y cante bambucos viejos,

iguales a los que llevo

como un tesoro secreto,

todos escritos con llanto

en el papel del recuerdo.



10 comentarios:

Anónimo dijo...

Un teso ese man pal tiple, Carlos. Lo retratas bien.

lanochedemedianoche dijo...

Qué bonito todo lo que recuerdas con tanto cariño, los versos te quedaron preciosos.

Besos

la MaLquEridA dijo...

Haces que mi imaginación vuele con el relato que cabas de hacer.


Un abrazo fuerte.

Duna dijo...

Bien contada la historia, Carlos.Qué los recuerdos no dejen de hacer ese triple.
Besos amigo

Liliana G. dijo...

Esa historia de la juventud, matizada con la nostalgia y la tristeza, se hace sonora en en recuerdo del tiplista, y es parte de todas las historias que se quedan para siempre, haciéndose un hueco en el alma de quien las cuenta.

Tu relato tiene la magia del sentimiento que se arraiga y crece.

Besotes, Carlos.

Nazaríes dijo...

Que bonito me ha encantado,y la imagen de la guitarra genial...

MORGANA dijo...

Carlos ,hermosa historia nos cuentas,siempre estará en tu alma.
Mil besos, Morgana.

Nazaríes dijo...

Mil gracias por su visita.Te seguiré.

un abrazo

Nazaríes dijo...

M encantaria leer algunos de tus cuentos..¿cómo puedo hacerlo?...y otra pregunta eres colombiano ¿verdad? me gusta Colombia, tengo un amigo que siempre me habla de tu tierra..me encantaría conocerla.

besos

Nazaríes dijo...

Gracias los buscaré.Conoces a Garcia Francés??Tiene un blog magnífico el es colombiano de adopción y es escritor .Su novela Balas de Carmín trata de las Fars y de el amor entre mujeres colombianas.Leí el libro y da a conocer mucho de tu tierra.

Te mando la dirección por si lo quieres visitar.

http://garciafrances.blogspot.com/

Un abrazo