La vio por el ventanal del café, venir de traje sastre, el pelo dándole en la cara, mientras se tomaba una cerveza, en eso del mediodía, cuando el sol se hace una hoguera en lo más grueso del verano. Pensó que al menos le daría en la mejilla un beso de bienvenida, pero se sentó en el extremo opuesto de la mesa, distante y extraña, como si nunca se hubieran conocido, ellos que habían años atrás convivido felizmente y juntado tantos sueños para el futuro. Sin titubeos, mirándolo a la cara, le preguntó, qué quieres de mí. Él, saber si todavía me quieres, Malena, y apuró la cerveza con una sed de náufrago. Ella, fría, sin quitarle la acerada mirada,! ya no, Rodrigo¡. El, por qué? Aquí estoy de nuevo, he vuelto, y prendió nerviosamente un cigarrillo. Pero, Malena, contundente, ya no hay remedio, Rodrigo. Ha sido tan larga la espera, que me he olvidado a qué saben tus besos cuando besas, y a que huele tu sexo cuando haces el amor noche tras noche.
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1 comentario:
El puto olvido cuando uno la caga. No queda más que sufrir el desprecio.
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