El cine colombiano corre por un buen momento. Lo dicen su aceptación en festivales de prestigio, y la audiencia nacional e internacional a sus películas. Por ello no extraña que una película, Perro come perro, ópera prima del cineasta caleño, Carlos Moreno, sea aceptada en un festival de cine independiente como el Sundance, que creara el actor y director, Robert Redford.
La metáfora del perro, parece estar de moda. Iñárruti, el director mejicano, la echó a rodar con Amores perros. Naturalmente, no quiere decir que la película del colombiano Moreno, sea una especie de copia de la cinta del mejicano. No de ningún modo. Es una cinta con una estructura propia: una narración de suspenso lineal, donde hay tiempo para la acción, y espacio para perfilar la personalidad del sicario, la del capo, y la de un país donde matar se convirtió en una profesión como la del maestro, oficinista, heladero, o gerente de una empresa. No es exageración si se habla de la aceptación social de este oficio de matar, en un país como Colombia, donde bien cabría la ranchera aquella de "la vida no vale nada"
El perro como se observa, últimamente, da para categorizar el comportamiento humano en un amplio espectro. A un tipo mujeriego o que le pone los cacho a su mujer, se le califica como un man muy perro, y si se trata de señalar a alguien listo y sagaz, la expresión es que fulano es un perro, pero con Perro come perro, se echa por tierra la sentencia tradicional de que perro no come perro. El más duro no es invencible, por eso un perro, y más cuando media un interés económico, por más bravo que sólo el otro perro, se busca la manera de darle un tarascazo certero, para ponerlo fuera de circulación.
En Perro come perro, el protagonista, no es alguno de los personajes que mueven la historia. El protagonista, es la mima violencia, el estado demencial del crimen, que se trasluce en el capo ejerciendo retaliaciones, y en los matones, que con una sangre fría, llegan hasta el extremo de emplear la fatídica motosierra.
Oscar Borda y Marlon Moreno (obtuvo el premio al mejor actor en el Sundance), dos sicarios al acecho, temiendo el uno del otro, a pesar que tienen una misma tarea. La ambición por unos dólares que mueven la historia, desatarán la más encarnizada de las guerras: el capo contra los mellizos que, tienen los dólares, y contra el sicario Peñaranda (Marlon Moreno), que se sospecha se quedó con la plata. En la metáfora, unos perros contra otros perros. Aquí no basta ser capo. No hay nada seguro contra la muerte. Ni las contras a que acuden los supersticiosas para eludir la muerte.
Una película con parlamentos medidos: dice lo que tiene que decir. Ahorro de palabras, para que hablen las imágenes, y especialmente los gestos. Es una película con lenguaje icónico-gestual. por eso los planes de detalle, o los primerísimos planos, en las escenas de los sicarios al acecho en un sórdido hotel de Cali, y de planos abiertos en las escenas en la muerte del capó. Brujería y superstición son otros de los elementos que campean en la cinta de Moreno. En definitiva una película que se atrave a hablar cinematográficamente de la violencia narco, a través de dos matones despiadados y sin alma, y un capo aún más cruel, que en la metáfora aplican el perro si come perro.
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