La antigua ciudad
de torreones altos
que hendían el cielo
-hoy después de la batalla-
hechos míseros muñones.
Los techos,
orgullo de la ciudad,
aún crepitantes
testigos del incendio
que los redujo a cenizas.
Las calles,
hervidero de cadáveres,
presagian un festín
de gallinazos.
En medio del desastre,
el señero guerrero,
sobreviente a la tragedia
recorre la ruina
de las calles,
y aún no imagina,
cómo recuperar la grandeza
de la ciudad hoy devastada.
sábado, 19 de enero de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario