Está visto que en Colombia la cultura es la hija espúrea de las administraciones. Naturalmente, la cultura no da votos, luego para qué interesarse en ella, pero cuando se le muestra alguna atención, es para manipularla y darle lustre a algún funcionario en plan de popularidad, o de crearse imagen, para dar el salto de la función pública a la política. Por eso no es raro, que a un Ministerio como el de la Cultura, se le dé un tratamiento de segunda. Por algo renunciaría a éste ministerio, esa mujer de la estatura e imagen cultural, de Elvira Cuervo de Jaramillo.
Lo más sorprendente, es que no exista un plan de Cultura sostenible, perdurable capaz de potenciar a los artistas y trabajadores de las distintas disciplinas del arte, precisamente, cuando el país vive con mayor intensidad logros notables en el cine con una camada de directores en lo argumental y documental, que ganan premios, abren mercados; con una ristra de narradores como Jorge Franco(Melodrama) , Santiago Gamboa(El síndrome de Ulises), el mismo William Ospina, con su exitosa novela, Ursúa, y Juan Gabriel Vásquez, saliendo airoso con su desbordado imaginario en Historia secreta e Costaguana. Y, el teatro?. es otro buen paso. El teatro en espacios abiertos goza de buena salud, porque Colombia es tomado como punto de referencia en el continente, en este género.
Y se podría traer a colación, también a Totó La Momposina, reviviendo los bailes y la música de su fluvial isla de Talaigua, al igual la herencia que en el Sexteto Tabalá, amparan las gentes de San Basilio de Palenque, para no olvidar danza , música y lengua.
En esto de un plan de cultura visceral para el país, no se aspira a limosnas, ni menos a que los gobiernos, con el pretexto de apoyar estas actividades del espíritu, hagan cultura oficial. La cultura, como lo expresó, alguna vez, el periodista Antonio Caballero, no la hace el estado, la genera el pueblo. Por ello, basta conque la cultura no requiera de mendigar al estado, sino que sea como en Francia, una política de estado, para que las distintas manifestaciones y expresiones de este quehacer fluyan sin rémoras ni valladares, en beneficio de la identidad, y el arraigo a la tierra, a la libertad de ideas, de pensamiento. De lo contrario, si el estado sólo apoyara una cultura oficial, sería lo mismo que impulsar la educación sin libertad de cátedra, es decir propiciar espacios pero para una cultura confesional. Y, si algo caracteriza a la cultura, para que lo sea, es que como los pájaros vuel y hiende el aire sin ataduras.
Lamentablemente la intelectualidad del país, los mismos cultores y artistas, en estos momentos cuando la cultura es mayormente pisoteada por un Ministerio de Cultura, con un presupuesto mísero, y a sabiendas que al presidente Uribe, no le interesa la cultura, porque esta traduce pensamiento, y cuestionamiento, carecen de principios que los identifiquen para situar la cultura en un lugar digno, o al menos para luchar consensuadamente para que deje de ser la hija expósita, y se convierta en un bien fundamental.
1 comentario:
Y... seguimos en las mismas, da pena aceptarlo, pero así es. la cultura es como un hijo bobo, se le quiere mucho, pero a nadie le interesa su futuro... va como nave al garete.
Sin embargo, como estamos en año de elecciones la cogen como bandera de campaña, por aquí la ponen de moda y después no se acuerdan de ella.
Un abrazo.
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