Si por algo me había interesado la literatura de la postguerra en Estados Unidos, era por ese picante de los textos eróticos de Henry Miller, el de los Trópicos, que sacudía la moral calvinista gringa. Había en Miller - aunque sus novelas eran rupturales en la estructura frente a las del Moravia italiano, también, autor erótico de la postguerra - un afán iconoclasta (por algo le negaron en un principio la publicación de sus libros); un deseo de sacudir el polvo moralista se paseaba por su novelística.
Eran, también, los tiempos de un realismo propiciado por la influencia que el periodismo, através de la crónica y el reportaje, empezaba a tener sobre la narrativa estadinense. Hemingway, antes periodista, nutría sus cuentos y sus novelas del espíritu de la crónica, evidenciada en Por quién doblan las campanas quién. Norman Mailer, también, para enriquecer la novela, acogía el reportaje, y le daba un alto vuelo, a La canción del verdugo, una de sus novelas más logradas, sobre Gary Gilmore, uno de los más cruentos asesinos del way life americano, condenado a morir ante un pelotón de fusilamiento.Truman Capote, al igual, recogiendo la crónica del asesinato de los Clutter en el oeste, en Kansas, logra en A sangre fría, su mejor novela, aunque no hay que demeritar Sangre de Camaleones, que puso al desnudo a la clase política, al mundo de la farándula americana. Capote, era muy dado al escándalo, a levantar polvaredas.
Gore Vidal, también se asomó a la literatura por el borde del escándalo, quizá con menos aparato que Capote. Emerge, Vidal, como Mailer y Capote de un periodismo que le da realismo a sus novelas. Ahí, están La ciudad,y El Pilar oWilliwaw, novelas descarnadas, directas, escritas con desenfado. Hacía tiempo que no leía a Gore Vidal, pero hurgando en las librerías, me encuentro con Una Memoria, un texto que como lo infiere su título, se aparta de la novela, para obrar como recuerdo, quizás en ese perfil de Sangre de camaleones de Capote, así Vidal no quiera admitirlo. Gore dada su condición de buscador de muchachos, no de homosexual como Capote, pues niega que haya sido penetrado, con Una Memoria, destapa en este periplo de su vida que va de sus estudios primarios, de su infancia al lado del abuelo, el senador T. P. Gore, pasando por su alistamiento y servicio en un barco de marina en la Segunda Guerra Mundial, hasta hacerse escritor y político (no es extraño que Al Gore, el candidato de Los Demócratas sea familiar), toda una suerte de situaciones, que no dejan bien parado al presidente Kennedy, ni menos a su legendaria esposa Jackie.
La idea que queda de la lectura de Una memoria, que más que autobiografía, es un pretexto de Gore Vidal, para hablar de sus cercanos sin embozos y tapujos, es que la sociedad norteamericana, su clase política, sus artistas y escritores, no son lo que muestran las revistas, los periódicos. Es una imagen falseada, porque la que ofrece Gore Vidal en sus memorias, no los deja bien parados, pues quienes, aparecían como dioses, y plantados en el olimpo con pies de plomo, no son más que figuras con pies de barro.
*GORE VIDAL.Una Memoria. Barcelona:DEBOLSILLO, 2006.
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